Durante décadas, los vínculos entre el diseño y los movimientos de vanguardia se convirtieron en el centro del debate y alejaron la mirada de otros aspectos más relevantes. El diseño guarda relación con la actividad artística en la medida que emplea un lenguaje similar y que utiliza una sintaxis prestada de las artes plásticas, pero es un fenómeno de naturaleza más compleja y enteramente vinculado a la actividad productiva y al comercio.
Como subrayaba Renato de Fusco, “a diferencia del arte y la arquitectura donde el protagonista son los artefactos, el proceso histórico del diseño no se basa sólo en los proyectistas, porque al menos un peso similar tienen los productores, los vendedores y el mismo público”.
Se suele confundir con frecuencia a quien se dedica al diseño y a artistas, aunque únicamente tienen en común la creatividad. Quien se dedica al diseño proyecta el diseño en función de un encargo y ha de pensar tanto en quién le ha encargado un trabajo como en la persona usuaria final, justificando sus propuestas. Por el contrario, el/la artista puede dejarse llevar más por la espontaneidad y sus acciones pueden no estar justificadas.
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